El Estado laico nos ha conducido a la corrupción que vivimos, y la única manera de encontrar puros, que la contradigan, es fortalecer a las iglesias, cualquiera que sea, donde podrían encontrarse los hombres puros que se necesitan para combatir a su contrario: LA CORRUPCIÓN. Y bueno, reconocer que nos hace falta religiosos, destruiría en su esencia el comunismo marxista leninista, que niega la existencia de Dios; por lo que Fidel dejó inconcluso el tema.
La respuesta universal a la pregunta ¿Qué hacer? Para combatir la corrupción, no puede ser otra que buscar su contrario: ¡BUSCAR HOMBRES PUROS!
El problema es que nadie quiere buscar hombres puros, porque todos estamos metidos en la corrupción. En ese mismo congreso, pude observar que un pequeño grupúsculo de obreros mineros manipulaba el congreso, imponiendo por la fuerza sus debilidades mentales, pretendiendo que sus ideas erróneas, eran la receta perfecta para combatir la corrupción, y así, pude convencerme que los fundamentos de Ortega y Gasset, en su obra “La rebelión de las masas” tiene bases sólidas y que nadie puede objetar que el ignorante (hombre masa lo decía con delicadeza) destruye aquello que le es útil, y los pobres necios, que viven trabajando en los socavones de una minera de Nazca, quieren salir a la luz, luchando contra la corrupción imponiendo más corrupción, volteando la lógica aristotélica, esto es, hacer que los que nacieron para obedecer sean los que manden, corrompiendo el sistema democrático.
Para combatir la corrupción, reitero, se requiere que se enderecen las cosas, que se ponga de pie, lo que está de cabeza.
El problema que nos ha planteado Humala, nace con Alan García, quien de ignorante discurseador, favorito de Víctor Raúl Haya de la Torre , se convirtió en Presidente de la República y de ahí en adelante, los que tienen mentalidad de esclavos, asumieron la posición de gobernantes. Y éste pobre ignorante puso en manos de los analfabetas el poder de elegir a los que deben gobernar este país. Y con eso logró que nos gobiernen seres egoístas, codiciosos y carentes de toda ideología política: Fujimori (cuyos desastres políticos y jurídicos todos los sufrimos hoy) Toledo (cuya tortuosa mentalidad de siervo puso el poder político en manos de los empresarios, a los que obedece por idiosincrasia) Alan García (en quien afloró la mentalidad servir y se puso definitivamente bajo el poder de los capitalistas) y Humala (cachaco que desnudó el inconsciente colectivo de los “cobrizos” el envilecimiento de sus valores, que mereció las leyes incásicas- flojos, ladrones, mentirosos, “vivos” y traidores- y su hipócrita sometimiento a los poderosos) que develó en su conferencia en el Parlamento Europeo: “nosotros todo lo hacemos por interés personal, perdón, interés común”, que no deja dudas que la corrupción, en el Perú, no es funcional, sino estructural o constitucional. La tenemos impregnada en los genes.
La corrupción la tenemos en el hogar, cuando el padre permite que el hijo o la hija, lleve cosas que no ha comprado, sea robado o sea como pago por un servicio carnal, y el niño ve que eso lo alegra, en lugar de provocar una reacción en contra, lo que choca con la “pureza” del niño y trastorna su escala de valores. Primero el dinero, la dádiva aunque sea inmoral, antes que todo. Dios, la Patria , la familia, todo queda sometido al interés crematístico, el lucro, la codicia.
La corrupción la tenemos en la familia, cuando todos participan, o son cómplices, o apoyan a los delincuentes, corruptos o inmorales, y cuando son descubiertos, los defienden a capa y espada, aún en contra de las evidencias que los condenan.
La corrupción la encontramos en el barrio, cuando nos hacemos los tontos ante las manifestaciones de latrocinios por parte de los vecinos, y enfrentamos a las autoridades que persiguen a los malandrines, bajo el manto protector del “pobrecito”, el “si no ha hecho nada”, y cuando logran liberar al delincuente, soportamos sus bravatas.
La corrupción la tenemos en el colegio, cuando los estudiantes observan que el profesor ingresó al profesorado por influencias, violando los derechos de otros profesores con mejores calidades y luego, entregan coimas al mal profesor, quien las recibe para mejorar las notas, o el cínico que exige donaciones para mejorar su situación o se roba lo que los padres de familia donan para la institución educativa. Está en el Director que apoya las “colleras”, las “argollas” o grupos de poder, las integra, o las fomenta, para ganarse el apoyo de los peores, para mantenerse en el cargo.
La corrupción la vemos en las calles, cuando los jóvenes comprueban que el policía exige coimas y que los profesores las justifican con un “Pobrecitos. Es que ganan una miseria” lo que colisiona con la pureza de los jóvenes que esperan una condena contra esos actos inmorales.
La corrupción la vemos en esos deportistas que llegan al estrellato y una vez en la cumbre, demuestra su predilección por el sexo, el poder, el alcohol y las drogas, y luego de una soberana orgía cargada de cocaina, engañan al pueblo diciendo que no pueden jugar por la selección porque se han lesionado, y todos los responsables de la selección justifican la corrupción, difundiendo la excusa tonta por todos los medios de comunicación, sin explicar razonablemente cómo se produjo la lesión o la intoxicación o lo que sea, en lugar de ordenar una investigación y que se hagan análisis de sangre a fin de probar al mundo la clase de deportistas que tenemos, y no admitir tanta corrupción, pues los pensantes sabemos que si a uno le toca la mala suerte de que se le haga el antidoping, puede salir lo que nadie en este país quiere que salga. Pero todos sabemos que la droga es la culpable de toda corrupción.
La corrupción la vemos en las autoridades, que lucran a expensas del pueblo, que los engañan, los traicionan, les hacen promesas falsas, que son modelos o ejemplos de la corrupción, de la podredumbre y del cinismo, pero esas malas personas no vienen de Marte, ni de Venus, esos perversos salen de hogares peruanos, nacen de mujeres peruanas, son criados en tierra peruana, lo que demuestra que los malditos son nuestros hijos, que nosotros los criamos así y que como pueblo constitucionalmente corrupto que somos, elegimos a los mejores exponentes de esa corrupción que tenemos en los genes, en el cerebro, en el corazón y en la mente.
¿Qué hacer, para que esto cambie? La respuesta es sencilla.
VOLVER LOS OJOS A DIOS. La crisis que estamos pasando es la demostración viva de que ha fracasado el Estado Laico, que tenemos que volver a enseñar Religión, cualquiera que sea la fe que se profese, en las escuelas. Que los niños sepan que dentro un mundo corrupto, Dios tiene un pueblo santo, un pueblo de hombres justos, que no se contaminan con la corrupción. Que, tenemos derecho a la ciudad celestial que proclamó Francisco Suárez, teólogo y filósofo de la imaginación y la libertad y que en esa ciudad celestial, nadie pasa necesidad, nadie es engañado, nadie es abusado, en donde de verdad se practica la excelsa obra de Dios.
Dios nos hizo libres, y por ende no puede estar sujeto a dominio ni mandato imperativo de NINGUNA AUTORIDAD.
Razón Tiene el cajamarquino Santos, cuando dice que el pueblo puede derribar a cualquier gobernante, si éste demuestra ser el cabecilla de la corrupción, para poner en su lugar un hombre justo, un hombre que sirva a Dios, y con ello su vida ejemplar la ponga al servicio de los más pobres, como es la promesa que hizo en Cristo Jesús.
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