sábado, 17 de noviembre de 2012

SALMOS 83


1 Oh Dios, no guardes silencio;
 No calles, oh Dios, ni te estés quieto.
2 Porque he aquí que rugen tus enemigos,
 Y los que te aborrecen alzan cabeza.
3 Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente,
 Y han entrado en consejo contra tus protegidos.
4 Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación,
 Y no haya más memoria del nombre de Israel.
5 Porque se confabulan de corazón a una,
 Contra ti han hecho alianza
6 Las tiendas de los edomitas y de los ismaelitas,
 Moab y los agarenos;
7 Gebal, Amón y Amalec,
 Los filisteos y los habitantes de Tiro.
8 También el asirio se ha juntado con ellos;
 Sirven de brazo a los hijos de Lot. Selah
9 Hazles como a Madián,
 Como a Sísara, como a Jabín en el arroyo de Cisón;
10 Que perecieron en Endor,
 Fueron hechos como estiércol para la tierra.
11 Pon a sus capitanes como a Oreb y a Zeeb;
 Como a Zeba y a Zalmuna a todos sus príncipes,
12 Que han dicho: Heredemos para nosotros
 Las moradas de Dios.
13 Dios mío, ponlos como torbellinos,
 Como hojarascas delante del viento,
14 Como fuego que quema el monte,
 Como llama que abrasa el bosque.
15 Persíguelos así con tu tempestad,
 Y atérralos con tu torbellino.
16 Llena sus rostros de verg:uenza,
 Y busquen tu nombre, oh Jehová.
17 Sean afrentados y turbados para siempre;
 Sean deshonrados, y perezcan.
18 Y conozcan que tu nombre es Jehová;
 Tú solo Altísimo sobre toda la tierra.
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Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.

Éste es el último de los salmos que llevan en el título el nombre de Asaf. Hay quienes opinan que el trasfondo es la conjuración contra Josafat (2 Cr. 20). Otros piensan que hace referencia a todas las confederaciones de las naciones vecinas contra Israel, desde la primera hasta la última. El salmista apela aquí: I. Al conocimiento de Dios, presentándole los planes y esfuerzos de los enemigos para destruir a Israel (vv. 1-8). II. A la justicia de Dios mediante una urgente petición para que Dios haga fracasar los planes enemigos (vv. 9-18).
Versículos 1-8
I. Como el pueblo de Dios se hallaba en gran peligro, el salmista pide a Dios que se manifieste a favor del amenazado Israel (v. I): «Oh Dios, no guardes silencio, sino defiéndenos contra los que nos están haciendo un daño evidente.» A veces. Dios permanece callado, como si desease permanecer neutral, pero espera que clamemos a Él en oración y consultando su palabra, así como siguiendo el curso de los acontecimientos que dispone o permite su providencia.
II. Una exposición de la gran alianza de las naciones vecinas en contra de Israel. El salmista pide a Dios que deshaga tal coalición.
  1. La coalición es contra el Israel de Dios y, por tanto, contra el Dios de Israel. Odiaban a los adoradores del Dios verdadero porque odiaban al Dios verdadero y al culto que se le rendía (v. 5):«Contra ti han concertado alianza, dice el salmista, puesto que se han conjurado contra tus protegidos(lit. tus escondidos; v. 3b). Se les llama «escondidos» (en Dios), porque Dios los cubre para protegerles de los peligros (v. 27:5; 31:20). También nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). Así que los enemigos intentan destruir a los que Dios trata de proteger: «Rugen tus enemigos» (v. 2. Comp. 2:1). Sus clamores son ruidosos. Esta es una razón poderosa para que Dios no guarde silencio. Los enemigos son insolentes y altivos (v. 2b): «Alzan cabeza» con gesto desafiante, como si pudiesen prevalecer contra el Altísimo.
  2. Los enemigos obran astuta y secretamente (v. 3). Por muchas e inveteradas que sean las rivalidades entre ellos mismos, se confabulan de corazón a una contra Dios (v. 5). No se contentan con nada sino con la destrucción completa de Israel, hasta que se borre del libro de la historia el nombre mismo de Israel (v. 4): «Venid y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel.» El deseo secreto de muchos malvados es que la Iglesia de Dios deje de existir y que desaparezca del mundo la religión verdadera. Así como le han cerrado el corazón, también querrían que fuese extirpada del orbe.
  3«Pero el que se sienta en los cielos se ríe de ellos» (2:4). Se mencionan aquí las naciones que entraban en esta coalición: Iban en cabeza los descendientes de Abraham y de Lot, aliados de sangre de Israel, aliados en coalición contra Israel. No hay vínculos naturales que el espíritu de persecución no pueda romper. Los filisteos y los asirios, enemigos jurados de Israel, servían de brazo (Is. 33:2), es decir, prestaban su asistencia a los descendientes de los parientes de Jacob, quienes eran los líderes de la coalición.
Versículos 9-18
El salmista ora ahora por la destrucción de estas fuerzas coligadas y, en nombre de Dios, la predice. Esta profecía puede aplicarse a todos los enemigos de la Iglesia.
  1. La derrota de anteriores coaliciones puede servir de apelación en las oraciones a Dios, porque el Dios que antes derrotó a los enemigos de su pueblo es siempre el mismo y no cambia (vv. 9 y ss.):«Hazles como a Madián, un ejército numeroso, derrotado por su propio miedo más que por los 300 hombres de Gedeón, como a Sisara, derrotado por Dios mediante una mujer (Jue. 4:15) y muerto por otra. Fueron hechos como estiércol para la tierra (v. Job), ya que sus cadáveres quedaron insepultos en el campo de batalla. Querían apoderarse de los dominios de Dios (v. 12), es decir, de la tierra de Canaán, posesión especial de Dios, pero arrendada por suertes a las tribus de Israel.
  2. Ora a Dios que los ponga como remolinos de viento (comp. con Is. 17:13) y como hojarasca delante del viento (v. 13, comp. con 1:4; 35:5), a fin de que estén en continuo movimiento sin asiento fijo y mareados en sus proyectos, hasta que perezcan en su impiedad. Cuando la hojarasca es traída y llevada por el viento, llega, al fin, a descansar en algún rincón, pero el salmista pide no sólo que sean llevados por el viento, sino también consumidos por el fuego (v. 14). De seguro que no podrán escapar a la constante persecución de Dios (v. 15) los que sañudamente perseguían al pueblo de Dios.
  3. Declara las buenas consecuencias de la confusión de los enemigos (vv. 16-18). Habían hecho todo lo posible por avergonzar al pueblo de Dios, pero la vergüenza se volvía contra ellos mismos (v. 17). Sin embargo esta vergüenza podía ser un comienzo de conversión, y esto es lo que desea el salmista (v. 16): «Llena sus rostros de vergüenza, para que busquen tu nombre, oh Yahweh.» Lo que con mayor vehemencia deberíamos desear y pedir a Dios es que los enemigos suyos y perseguidores nuestros sean traídos al arrepentimiento, y la única confusión que debemos desearles es la que puede dar paso a su conversión. Pero, si las esperanzas que se han puesto en su arrepentimiento resultan fallidas, que sean confundidos y perezcan (v. 17), no por puro deseo de venganza, sino para que se muestre que Yahweh tiene poder sobre toda la tierra (v.18).

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