miércoles, 10 de julio de 2013

La tolerancia caviar

    

Por: Felipe Cortijo Medina


No hay ideología más trastornada que la profesada por la “izquierda caviar”. Resultan ser muy comprensivos, con mucho “don de gentes”, están dispuestos a dialogar con todos, incluso con los terroristas. Todo lo quieren conversar. Están llanos a entender a todos. Apertura total al diálogo y no a la violencia. Especialmente si la violencia la ejerce el Estado para imponer la ley. Se trata de un diálogo que acaba poniendo al Estado de igual a igual con cualquier agitador, y que condiciona la aplicación de la ley a un acuerdo entre las partes, que usualmente significa el retiro del Estado y su claudicación como ente rector del orden legal. Pero esa es la gran pose de “política dialogante” que los caviares han convertido en el nuevo paradigma político. 

El diálogo es pues parte de los nuevos valores empleados por esta casta política de la izquierda refinada que ha dejado atrás la lucha armada. Han guardado las armas para sacar los libros. Los caviares lucen el perfil de cultos: escriben, publican, declaran con finos modales y expresión impecable, y con muy buen gusto en el vestir. Pero si eres perspicaz te acordarás cuando una dama caviar farfulló “perra” en alusión a su contendiente en el debate ¿Un lapsus? 

En medio de su refinamiento, los caviares son muy tolerantes con la violencia popular, con la agitación callejera y hasta con la delincuencia porque resulta que estos “no tuvieron oportunidades en la vida”. Es decir, una vez más, son “víctimas del sistema”. Admiten los excesos de Gregorio Santos y del SUTEP pero los entienden y nos explican por qué no es malo utilizar niños en las violentas marchas anticonga: “mi madre me llevaba a las marchas cuando era niña”, asegura la alcaldesa, “¿qué cosa hay de malo en eso?”. ¡Hay que formar a los pioneritos! 

Cuando un grupo de jóvenes vándalos aquejados de izquierdismo temprano pintarrajearon el monumento al Libertador San Martin en plena fiestas patrias, los “tolerantes” Marisa Glave y Eduardo Zegarra lo justificaron todo, luego se colocaron sus guantes impermeables para lavar las pintas, como si no fuera evidente el show. Tuvieron cuidado de no ensuciar sus polos D&G, y sus jeans YSL. Luego dejaron en claro que los vándalos eran sólo unos jóvenes idealistas, no había por qué satanizarlos pues ellos solo quieren una sociedad mejor. Aunque para muchos, eso significa destruir el mundo como paso inicial. 

Luego, cuando otro grupo selecto de jóvenes gays pretendía provocar a los fieles de la iglesia católica insultándolos en el atrio de la Catedral por no apoyarlos en sus públicas expresiones de amor homosexual, impacientes porque el público se mostraba indiferente a los “besos contra la homofobia”, intentaron pasar por encima de la barrera policial empujando y agrediendo a los policías en medio de su “manifestación pacífica”. Nadie hizo absolutamente nada para denunciar a estos agresores ante la Fiscalía por atacar a las fuerzas del orden. Los policías, por supuesto, se dejaron agredir porque si les ponen un palo encima tendrían que ir a un proceso disciplinario y enfrentar un juicio con baja deshonrosa. 

Los “tolerantes” en su afán de “construir ciudadanía” y hacer de Lima una “ciudad inclusiva”, defienden la prepotencia de una minoría extravagante, el vandalismo, las mariconadas y perversiones sexuales aduciendo que son “naturales” y deben darse a vista de todo el mundo, incluido niños. Las autoridades inclusivas no solo están dispuestas a consentirlo sino a fomentarlo. La alcaldesa Susana Villarán piensa que ya es hora de una “revolución cultural” en Lima, que las antiguas y obsoletas nociones de los limeños deben cambiar según la moderna y correcta visión caviar de un mundo donde todos somos iguales, incluso vándalos, delincuentes y pervertidos. Creo que SI, que debería haber un cambio, pero de Alcalde y de clase política municipal, antes de que la degradación social se apodere de las nuevas generaciones. 

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